De Mendoza, ciudad que no conocía, me quedó la impresión vaga de que todo es demasiado perfecto y, a la vez, de que todo está mal (vamos, vivimos en una argentina empobrecida y nos amontonamos como podemos en ciudades tercermundistas, ¿de dónde sale esta ciudad tan divina?). Veredas relucientes a fuerza de lampazos, limpieza, gente atenta aunque distante, todo lo que pude ver de la ciudad me hizo acordar a Olivos o Martínez.
Había una villa a la vista, sin embargo, rodeando el campus de la UNCu ("No caminen solos por ahí", "No se les ocurra salir del parque San Martín de noche a pie", etc) ¿Qué puedo decir? Vi poquísimo: poca ciudad, pocos jóvenes (se van a Godoy Cruz me dicen), como para opinar con firmeza pero claro, si para que la ciudad esté tan linda han construido mini campitos de marginados todo alrededor, entonces la hipótesis de que quizás está todo mal no esté tan alejada de la verdad. De hecho, haber visto a dos canas con perros policía en la Plaza Independencia el sábado a la tarde mientras los niños correteaban por la plaza no fue la mejor de las imágenes posibles. Tampoco fue mejor la que me formé después de hablar con los chicos de las revistas mendocinas (La rosa de cobre y Bicho bolita)
La gente que organizó el 3º encuentro, las chicas, realmente me asombraron por haber sostenido el impulso y la convicción de organizar esto más allá de la apatía o el casi nulo interés que demostraron compañeros y docentes. Lo hace doblemente valioso, creo.
El Encuentro muy interesante, las ponencias que escuché sumamente serias en sus planteos, los debates constantes en torno a los temas. En fin, superó mis expectativas, y eso que eran altas.
Buena experiencia, lo testifican las fotos, síntomas del clima de camaradería de la buena que se respiró en el grupo de Buenos Aires en general.
Y además, para leer una crónica en serio, no como esta, mejor remito a la minuciosa de Vicente que pueden leer haciendo
click acá.