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Cada familia, clan o grupo tiene alguna forma de definir su pertencia grupal, alguna marca, algún sustituto moderno del tótem. En fin, los hay de clanes escoceses que se identifican por el color o la trama de sus polleras kill, por sus escudos o el whisky que producen; los habrá pelirrojos todos o con cierta tendencia a la glotonería, con cierta afición por los dulces o los saladitos; o esos flacos cuyos metabolismos dan ganas de llorar de la envidia; los todos altos, o los que destacan en todo, esos que son los primeros en el laburo y en el colegio y en la comisión vecinal; están los que se identifican por los sobrenombres que se ponen, los que crean sus propios códigos y lenguajes; los bohemios y los que educan a sus hijos con mano dura; los que hablan en cocoliche, los que se parodian constantemente. En su caso, si hay una cosa entre tantas que siempre caracterizó a una rama de la familia es lo escatológico.

Una de las primeras mañanas de invierno en la escuela primaria que recordaba era una en la que le dolió muchísimo la panza. Estaba haciendo gimnasia, cree recordar, y de pronto tuvo que detenerse: el dolor era tan fuerte que su cuerpo se dobló levemente hacia delante. El malestar pasó y volvió varias veces esa mañana. Cuando llegó a su casa, la mamá decretó “retorcijones, habrán sido por el frío nena, son gases, ponete en la cama boca abajo con un almohadón y expulsalos” El papá solía mirar para otro lado cuando salían esos temas en la mesa: “otra vez, siempre lo mismo, falta la abuela hablando de si cagó esta mañana y estamos listos”. Era un poco así, como decía el papá: a la abuela materna solían ocurrírseles esos temas de conversación justo cuando iban a la mesa. La abuela decía “tanto cocinar y en cinco minutos se terminan todo”. Y a veces ese comentario se seguía de este otro: “tanto preocuparse para después ir al baño y cagarlo todo”. Con el tiempo, la cuestión de las deposiciones se naturalizó, como suele suceder, para la nena que crecía rodeada de historias fabulosas, casi míticas, de evacuaciones.

4 Response to "1"

  1. Ancha indisposición femenina ante la cual, el hombre (H) no sabe como reaccionar y finge avergonzarse. ¿Será cuestión de cultura o de costumbre? ¿O son lo mismo?

    C.E says:

    Mmm, te diría que son mesma cosa...y sí, el tránsito lento, diría Activia, parece cosa de mujeres nomás.

    Anonimo says:

    kilt no kill

    C.E says:

    Anónimo, menos mal que me corrige gratis...lástima que ese sea el único aporte que tenga para hacer

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