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Es que los poetas son a menudo adolescentes tardíos; de esta manera se sienten perseguidos, incomprendidos, solos y ansiosos; es también que buscan gratificación donde no pueden encontrarla: no hay dinero para ellos y, por otra parte, al prestigio lo rechazan y muchas veces por mera vanidad. Por cierto la gratificación para el poeta se identifica con la comunicación y también con el gozo por la cosa realizada; esto complica las cosas, el asunto no es fácil, y menos en nuestra época que fomenta sus debilidades. Pero la poesía no es consecuencia de este sector subdesarrollado, o neurótico, de la personalidad del poeta. Si bien el poeta es ciertamente un bicho raro, lo es por sus limitaciones y no porque escriba poemas. Cuando hace poesía, cuando escribe, no se pone raro ni solemne, se pone serio, concentrado. No necesita hacer -aunque lo haga- chiquilinadas, o travesuras, o canalladas, o estupideces, por más simpáticas o envidiables o censurables o tolerables que ellas puedan parecer. [...] Así dos fuentes alimentan esta versión exagerada, ampulosa del poeta y su trabajo: la propia estimación y la estimación obsecuente -o la subestimación- del medio; ambas son hijas de la inseguridad individual y colectiva, respectivamente. Por esto conviene insistir en que no es el del poeta un oficio milagroso o sobrenatural o de loquitos o de elegidos. Esa una tarea que cumple la gente.
Decía Paco Urondo, afiladísimo, en el '63 (revista Zona de la poesía americana Nº 2)
¿Hay algo más sesentista que la afirmación final? Lo dudo.
no te aburren un poco los poetas?
Y..algunos sí, intento de todos modos practicar la solidaridad gremial. Y yo debo aburrir a unos cuantos.
Un beso y gracias por pasar.