viajé

Y pensé en Ómnibus de Elvio Gandolfo todo el viaje, claro, tal como supuse que lo haría. Viajé en grupo de poetas, lo único, cosa que distrajo bastante mi atención del afuera paisajístico para desviarla al adentro poetístico: conocer gente consume gran parte de la atención.
Corroboré, en mi micro de Empresa Argentina: que había papel higiénico (era coche cama, claro); que el jugo era intomable; que la película de Jim Carrey me horrorizó por su histeria política pero que la miré de cabo a rabo haciendo comentarios con mi compañera de asiento (a la par de que el poeta chileno y su mujer se admiraban de que soportáramos mirarla siquiera); que el tapizado era de cuero negro (guau); que en la ruta hay, efectivamente, mucho de lo que Gandolfo dice que hay; corroboré, en fin, que mi hipótesis era correcta: no podría hacer más que corroborar, como había previsto, casi todo el trayecto. Y hasta me sentí embotada por el encierro del micro, como empaquetada al vacío, y bajé con dolor de cabeza en la hermosa Rosario, como correspondía...

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